Vasco, el protagonista de Los viajes de Juan Sin Tierra, continúa con la búsqueda de Juan, un amigo desaparecido años atrás en tierras latinoamericanas. Tras pasar por el corazón del zapatismo en México con La Pipa de Marcos, Vasco llega a Nicaragua desde Granada. Concretamente a la isla de Ometepe del lago Cocibolca, donde se supone que Juan pasó un tiempo haciendo artesanía. Sin embargo, Juan ya no está y el propio Vasco se ve envuelto en la gestación de una venganza, en una historia de niños de la calle versus dirigentes de orfanatos, quienes en lugar de hacer más soportable la vida de los pequeños, se lucran con las divisas enviadas por las familias del Primer Mundo que apadrinan dichos niños...Los ecos del Peter Pan de J. M. Barrie resuenan a lo largo del relato, así como evidentes homenajes a otros soñadores como Antoine de Saint-Exupéry o Hugo Pratt; y como fondo, subyace la idea de que -somos quienes nos contamos que somos-, de ahí que sean continuas las referencias a cuentos y leyendas.Vasco se autoafirma en el tipo de personaje que se apuntaba en La Pipa de Marcos, identificándose con el rol del aventurero que se implica en lo que le rodea aparentando desinterés. Un héroe a su pesar. Adivinamos, apenas es mencionado, que sus orígenes de sangre también tienen una historia que contar. La galería de secundarios se sigue enriqueciendo con personajes nada planos como Héctor Germán, escritor argentino que se ha quedado sin historias, o Chico Corto, impetuoso, atormentado y joven soñador a partes iguales, que será fundamental para el desarrollo de este segundo volumen.