Su tragedia personal protagoniza sus versos, pero esta intensa alianza entre vida y obra también deja espacio para otros temas menos metafísicos: Gelman retrata con la misma precisión la tradición rioplatense, la masacre política de la dictadura, el castellano del Siglo de Oro, sus orígenes judíos o el desgarro por la pérdida y la ausencia. Escribe poemas tangueros, reivindicando el tango “como una manera de conversar”, en sus propias palabras. La propuesta es un realismo poético que humaniza la voz del autor, y le sitúa en la línea de fuego (a veces literalmente) entre la vida y la muerte. El poeta, sensibilizado observador, camina desde el exilio entre esa variedad temática con la seguridad que otorga el haber vivido, el haberlo visto. La tragedia de Gelman no es la de los que se fueron, sino la de los que se quedaron aquí viviendo el dolor y preguntándose, una y otra vez, “de qué sirve haber nacido”. Pero la derrota y la sangre dan paso a una cínica esperanza, mirando a un futuro que es necesario traer para sí, pues ese sí será como nosotros queramos.