En los desiertos de la Geografía Física falta el agua, y en los desiertos futbolísticos la sequía es de títulos. La historia del más popular de los deportes ha conocido varias maratonianos travesías del desierto protagonizadas por clubes ilustres: la de River Plate, la del Liverpool, y por no hablar de la más longeva, la famosa ‘Maldición de Bela Guttman’, entrenador del mejor Benfica, que profetizó al ser despedido que el cuadro lisboeta no volvería a conquistar un título europeo y eso ocurrió en 1962. Comparada con ellas, la del F. C. Barcelona, que no alcanzó un título de Liga entre los años 1960 y 1973, puede parecer menos grave, pero se vivió en Can Barça como una auténtica tragedia, mientras el odiado Real Madrid sumaba uno detrás de otro entorchados del Torneo de la Regularidad e incluso alguna copita de Europa… Trataron de combatirla con oleadas de fichajes –algunos incluso de lo más esperpéntico–, tras desmantelar el equipazo de los Ramallets,Segarra, Eulogio Martínez, Tejada, Evaristo, Czibor, Kubala y Luís Suárez, pero no hicieron más que derrochar millones y acumular fracaso tras fracaso, con continuos cambios de entrenadores y sistemas hasta que por fin dieron con la tecla mágica: un muchachito de Amsterdam, flaco, escurridizo y genial, que como un Mesías redivivo obró el milagro que parecía imposible, devolviéndoles la gloria, y humillando de paso en su propio feudo a la Gran Bestia Negra vestida de blanco.