El acto de comer implica una responsabilidad colectiva que va de la tierra al plato. Mientras destruimos otras formas de vida, tanto animales como vegetales, estamos condenándonos a un futuro incierto. Por las páginas de este manifiesto gastronómico pasan un divertido jesuita que vende zanahorias al vapor en Nueva York, un viejo jardinero de un mercado suburbano, un par de pequeños productores normandos que han creado un ecosistema único. Y están aliñadas, por vez primera, por fragmentos de la vida de Alain Ducasse, mediante los cuales nos adentrará en reflexiones más profundas sobre el cambio climático al que nos enfrentamos, la soberanía alimentaria y la defensa de lo local, proponiendo soluciones concretas que nos vuelvan a enseñar a comer, para volver a disfrutar de un acto del que tanto hablamos y que es tan político como cocinar y comer. Un auténtico tratado en favor de una gastronomía humanista como una nueva declaración de derechos humanos.