Una adolescente de trece a catorce años -es decir, que ya no es una niña, pero que todavía no se ha transformado en lo que se llama una jovencita- narra algunos meses de su vida y la crisis por la que atraviesa. Durante el relato nos da su visión de los adultos y su mundo, descubre la injusticia, la belleza, la soledad, el amor, lanzando sobre todo ello una mirada a veces inspirada, siempre inquietante, y sirviéndose de su personal lenguaje. Un tono inimitable, mezcla precoz de madurez y rebeldía, una permanente invención de palabras y expresiones que sólo pueden pertenecer al mundo de los adolescentes... y no forzosamente los de hoy. El conjunto es irresistible por su comicidad y patetismo y, por lo que sé, sin precedentes.