El viejo tren, destartalado y asmático, entró lentamente en la estación de Atocha. Pasaban siete minutos de las nueve y media de la mañana. cuando al fin se detuvo , un hombre descendió sin prisas con una maleta pqueña en la mano y los ojos desconfiados y despiertos. Ernesto que llegaba a Madrid cat...