Una estudiante francesa que trabaja de intérprete para los productores de la película El último emperador en Pekín conoce a un viejo profesor que describe al emperador Puyi de forma muy diferente del film de Bertolucci. Según el profesor, Puyi, apasionado calígrafo, rasgó en dos una de sus reliquias más preciadas, un texto sagrado budista escrito en una lengua desaparecida sobre un rollo de seda, y sólo la mitad extraviada -la otra mitad se conserva en el museo de la Ciudad Prohibida- permitiría comprender su enigmático sentido. Así pues, la joven se embarcará en la búsqueda del fragmento perdido en compañía del carismático hijo de una conservadora del museo, sin que ninguno de los dos sospeche que el aprendizaje del tumchuq, la lengua muerta imprescindible para descifrar el enigma, cambiará drásticamente sus vidas. Marcada por la exuberante imaginación y los guiños de sutil comicidad característicos del autor, la novela entrelaza enseñanzas del budismo con detalles singulares de la historia y la cultura chinas y un encendido homenaje a la riqueza de la pintura y la caligrafía.