Este libro quiere situar al ideólogo Carl Schmitt en las coordenadas filosóficas sin las cuales el rumbo de su escritura parecerá errático. Éstas son las de Hegel, Nietzsche, Weber, Freud y Heidegger. Desde luego, no se aspira a identificar lo que cada uno de estos pensadores aportó a Schmitt, se trata más bien de identificar el diálogo sesgado e instrumental que Schmitt mantiene con todos ellos, lo que recuerda y lo que olvida de sus propuestas, para así dotar de sentido a su época, su obra y su decisión incondicional a favor de la razón de Estado prusiana. En medio de este terreno filosófico, preso de su recepción, Schmitt construyó su taller filosófico imaginario que, llegado el caso, no sólo no le impidió distanciarse del nazismo, sino que le obligó a colaborar con el tirano. En cierto modo, la alegoría de Benito Cereno se puede aplicar a su figura y persona, como él mismo sugirió, siempre que convengamos que era prisionero de sí mismo, de su daìmon, y no de un mágico poder ajeno. En este sentido, es el mejor testigo del descarrío de la intelectualidad europea que decidió olvidar a Kant y privar a la política de toda base normativa. Este libro desea mostrar la ingente capacidad de producir conflicto que alberga un poder desligado de toda norma.