Desde que, a partir del siglo XII, se introdujo el derecho romano, los errores legales más escandalosos se convirtieron en fuente inagotable de relatos, que se transmitían al calor de la lumbre de generación en generación. La historia de Martin Guerre, el joven granjero que, hacia 1552, abandonó a su esposa para regresar a su hogar muchos años más tarde, cuando ya había sido dado por muerto, suscitó con su vuelta un célebre caso de usurpación de identidad. En una época en la que aún quedaban muy lejos los modernos procedimientos para fijar sin dudas razonables la identidad jurídica de las personas -las huellas digitales, las fotografías, el ADN-, los procesos en torno a problemas de suplantación de personalidad tenían que ser por necesidad prolijos y basados, sobre todo, en las declaraciones de los testigos y familiares de los protagonistas. En el caso Martin Guerre declararon varios centenares, a favor y en contra de cada uno de los «dos» Martin Guerre. Janet Lewis utiliza el largo y complicado proceso para plantear los profundos dilemas morales que el regresado Martin Guerre y la repentina aparición del otro que para sí reclama su identidad, suscitan. En primer lugar, en Bertrande de Rols, la esposa desgarrada entre el amor y la rígida moral católica en que había sido educada, y, en segundo, en los familiares, amigos y allegados del protagonista. La historia fue llevada al cine en 1982 por Daniel Vigne (El regreso de Martin Guerre) con Gérard Depardieu y Nathalie Baye; y en 1992, Jon Amiel, realizó un remake (Sommersby)con Jodie Foster y Richard Gere como protagonistas principales.