Ella curaría su cuerpo, pero sólo él podía dejar que sanara su espíritu… Connor MacEgan era un guerrero, lo llevaba en la sangre. Sin embargo, cuando le destrozaron las manos de una forma brutal, pensó que nunca más podría empuñar una espada… ni acariciar a una mujer. Aileen O´Duinne, una mujer tan decidida como él, fue quien se hizo cargo de cuidarlo, aun a costa de desobedecer las órdenes del jefe de su clan, porque Aileen no podía dejar de lado a una persona que sufría, como Connor no podía dejar de ser un guerrero. Pero Aileen guardaba un secreto del pasado que peligraba con desvelarse cuanto más tiempo permanecieran juntos…