Ligero y fácil de leer. Asombroso, como dice el título, sobretodo por lo diferente que es la cultura sur-coreana de la nuestra. La historia es muy agradable, las historias de los personajes son conmovedoras. Pone en valor el contacto con los demás y la ayuda que podemos prestar desinteresadamente para hacer la vida mejor, ya que cada personaje lleva a sus espaldas alguna mochila que le pesa mucho.

La historia es un remanso de calma, de humanidad, de honestidad, de solidaridad, y de empatía. Es como tomarte un caldo calentito en una noche fría de invierno, hecho por tu madre. Si necesitas un pegamento porque tengas el corazón algo roto, lee este libro.

Es una novela conmovedora que nos presenta la historia de Dokgo, un hombre sin hogar que vive en la estación de Seúl. A pesar de haber perdido la memoria y vivir en la calle, Dokgo conserva un buen corazón. Novela delicada, llena de humanidad.

Me encantado leer esta historia tranquila, conocer a sus personajes y sus vidas tan diferentes en Seúl. Ha sido como hacer un viaje de fin de semana a Korea y ver cómo una pequeña tienda y su entrañable dueña se convierten en el punto en el que empiezan a cambiar tantas vidas.

Una novela delicada que gira sobre la necesidad de ponernos en el lugar de los otros, de ayudar y ser ayudado.

Las tres primeras partes de la novela me han parecido geniales; por alguna razón, difícil de entender, da un notable giro en el último cuarto, haciendo una parte final no muy coherente con el desarrollo de la historia (aparecen o más bien desaparecen personajes que habían sido parte importante de la trama). Tanto el personaje de Dogko, como el de la señora Yeom, son magníficos, pero no entiendo el final: de pronto, aparece el Covid, de pronto surge un final (improvisado), de pronto los malos se vuelven buenos (lo del señor Kwak es un tanto absurdo). En conclusión, los tres primeros cuartos de la novela son magníficos; el último (o algo menos), bastante incomprensible.