Quien lea estos cuentos estará leyendo siempre la misma historia pero con tratamiento diferente. Versiones distintas con ritmo de salmodia cantada. Es el mismo personaje, soñador, inquieto, frustrado, con la inseguridad de su paso por la tierra, primero la suya propia, luego las otras ajenas que aun no siendo suyas las busca como quien busca un sueño, o se busca a sí mismo sin encontrarse. El sueño, la mentira, son su sustento, es lo que creyó ser y no fue. Es una mezcla de cura y militar, carlista y liberal, es el substrato del hombre que la habita, tolerancia, intolerancia, pasión y escapatoria. En estos relatos, a veces simples fogonazos o relámpagos, se entrecruzan inmisericordes, obsesiones y sueños, desencantos. La obsesión principal es la decadencia avisadora de la muerte y la muerte misma, escenificada en la guerra, la del 36, todavía viva, sin cicatrizar. Están también presentes los sueños de gente que no quiere morir y persiste en perpetuarse a través de biografías inventadas, o en apropiación indebida, cogidas de otros. Gentes fascinadas por huir, o que huyeron y regresaron con el amargor del fracaso. Éste y no otro es el sentido que el autor ha dado a estas fábulas.