Un día cualquiera Marco Corleone sale de su restaurante, mira al cielo, aspira con fuerza y sonríe. Parece simple, pero hubo un tiempo en que hasta respirar parecía imposible. Sus miedos se han ido extinguiendo a la misma velocidad que en su espalda crecían un par de alas listas para volar y perseguir sueños que parecían inalcanzables. Casi todo es como debe ser. Casi. Porque a veces, aunque no quiera, duele. Todo duele: la vida, los golpes de realidad una vez al mes, los recuerdos y las dudas de lo que pudo ser y no fue. Quizá no es una vida perfecta, después de todo, pero es una vida que jamás soñó tener. Ahora solo necesita acabar de cerrar heridas… O abrirlas en canal y dejar que el dolor se enfrente a cada fantasma con la fuerza de quien se ha superado día a día y el miedo de quien tiene demasiado que perder.