José Alcalá Zamora combina elementos de sadomasoquismo, fetichismo y erotismo con apuntes de sensualidad exacerbada, ironía, crítica cultural y hasta misticismo, produciendo un cóctel explosivo, pero liberador y catártico, expresado en obsesivos sonetos de canónica factura, y sugestivas proyecciones pictóricas, en los que las fantasías infantiles y adolescentes alimentan las llamas de la lujuria adulta y donde el amor y la muerte se abrazan y se destruyen recíprocamente en las metáforas de la cúpula.