Tras sobrevivir a un terrible atentado, Katharine descubre que se ha convertido en una especie de extranjera en su propia casa. Cuando recobra la conciencia sobre el suelo de la cocina, se pone de pie y se acerca tambaleándose al espejo, el bello rostro que ve reflejado en él le resulta sólo vagamente familiar. Las ropas que viste se le antojan extrañas. ¿Es posible que el trauma que sufrió después del ataque le haya producido una especie de amnesia? Tiene veintinueve años, trabaja como secretaria del director de la Agencia Nacional de Seguridad y se siente feliz de estar viva. Y también sabe que no puede confiar en nadie...