Max Winson es el número 1 del circuito tenístico, y no ha perdido jamás un partido. A su alrededor, el ruido mediático es superlativo, y su condición ante las masas linda con la idolatría, hasta el punto de que un vagón entero de metro se niega a salir, una vez llegados a la parada, porque se está disputando el punto decisivo de una final suya y están pegados a sus móviles y tabletas. Pero la distancia entre el ídolo y la persona que se esconde detrás de esa imagen presenta dos realidades completamente discordantes. Ese es el punto de partida de la primera parte de esta novela gráfica (el segundo y último volumen aún tendrá que salir más adelante). A pesar de tratarse de algo reconocible, de un deportista de élite y un mundo que sigue con atención cada paso, la cantidad de fantasía presente en la novela me hace entender esta historia como una especie de distopía, donde los rasgos de la fama deportiva se exageran hasta el punto de llegar a la caricatura. Y ahí está el interés de Max Winson: el retrato de un chico retraído y único detrás de unas circunstancias excepcionales y exageradas —sobre todo la dureza de su entrenamiento—, un retrato que atrapa desde el primer momento gracias a una narración bien medida. Y hay que destacar también el grafismo de Moreau, muy anguloso, entre la hipérbole y el expresionismo, que se ajusta como un guante a lo narrado, además de resultar visualmente muy atractivo. Habrá que esperar para la resolución de la historia, pero si esa es la única pega que se le puede achacar a La tiranía, bienvenida sea. (Carlos Cruz, 26 de junio de 2015)
hace 9 años