El segundo volumen de Max Winson, tras el primero —La tiranía— aparecido hace pocos meses, cierra con nota la historia de su protagonista, Max Winson, un prodigioso jugador de tenis cuya historia personal se entremezcla con la de un mundo ciertamente distópico, donde el consumismo y el afán por los ídolos fagocitan cuanto hay de humano y afectivo. Al igual que en el primer tomo, el anguloso dibujo de Jérémie Moreau presenta un tremendo atractivo que se ajusta a las mil maravillas al fantasioso guión, amplificando la ya de por sí expresiva y retorcida historia. En este volumen Max Wilson ya no es el adorado número uno del circuito tenístico, sino que las crisis personales que se habían desatado lo ha llevado a retirarse y esconderse de la escudriñadora opinión pública. En la búsqueda de sí mismo, a espaldas de una sociedad enferma, encuentra un punto de redención en la figura de un jovenzuelo que manifiesta altas dotes para el tenis. Será en la relación con este chico —y en la propia relación con su alimento vital, el tenis—, donde encontrará, tras altos y bajos, ese sí mismo en el cual se busca. Un cierre inmejorable para lo aventurado en su primer volumen, y que hace de Max Wilson una de las mejores —y más personales— novelas gráficas aparecidas este año. (Carlos Cruz, 19 de octubre de 2015)
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