La obra contiene un duro y tenso relato periodístico donde se denuncia el tráfico de niños en el Golfo de Guinea, que dibuja una siniestra línea paralela a la costa. En su origen se encuentran la poligamia y la extrema pobreza de la zona. La ruta de esta nueva forma de esclavismo empieza en los poblados de Benín, un pequeño país de África occidental, y termina en las plantaciones de cacao de Costa de Marfil y en las canteras de Nigeria. Niños de hasta cinco años están condenados a recolectar habas de cacao en mitad de la selva marfileña o a cavar zanjas en las canteras de Abeokuta. Niños para los que, en pleno siglo XXI, palabras como infancia, educación o familia apenas son algo más que una lejana utopía.