Durante el siglo XVIII la Armada española alcanzó un auténtica Edad de Oro. Considerada a lo largo de la centuria como la segunda o tercera fuerza naval más importante del mundo, la Real Armada era capaz de operar en cualquier mar de la Tierra, con unos buques construidos con la más avanzada tecnología y sostenidos por una compleja y eficiente maquinaria administrativa. Pero esta historia de triunfo colectivo del conjunto de la sociedad española, en un contexto de creciente rivalidad internacional y con unas exigencias de constante renovación, ha sido minusvalorada tradicionalmente por la historiografía. El énfasis puesto en la derrota de Trafalgar frente a la marina inglesa ha proyectado una sombra descalificadora sobre todo lo logrado a lo largo del siglo XVIII, y creado un mito de ineficacia que, en realidad, nunca ha sido contrastado.