La segunda parte de la historia continúa en el punto exacto donde nos deja la anterior. Se mantiene el escenario irlandés, muy bien ambientado, el del bullante Nueva York de los años veinte y treinta, y se nos introduce por primera vez Sudáfrica, historia que me habría gustado que se narrara de manera más extensa y con una mejor descripción del escenario. Esta vez la novela está más centrada en Celia – personaje algo abandonado en la primera parte- y me gustó leer cómo va moldeando su carácter. Los otros Deverill “ingleses” también adquieren más protagonismo, en especial Digby, cuya historia es la ligada a Sudáfrica, podría haberse desarrollado de forma paralela porque daba para eso. Se mantienen las intrigas, historias que se cruzan, un trasfondo histórico cautivante y los romances, en especial uno inesperado entre adultos mayores que tiene un desenlace de lo más curioso y me dejó con muchísimas ganas de saber cómo seguirá esa historia. Al igual que en “Canciones de amor y guerra”, no hay finales definitivos y deberemos leer la tercera parte para saber cómo concluyen.
hace 3 años