El término globalización, que debería significar que somos más independientes y que actuamos de modo cada vez más semejante, se aplica casi exclusivamente al campo económico. Entendida de este modo, la globalización ha multiplicado las desigualdades y reducido la participación política. Con el motivo de superar estas contradicciones, surge el movimiento antiglobalización, considerado, pese a su heterogeneidad, el protagonista de la primera revolución del siglo XXI, y que busca extender el ámbito de la globalización fundamentalmente a la política, la cultura, los derechos humanos, económicos y sociales, y al ecología. Pero, después del 11 de septiembre, los antiglobalizadores han de estar vigilantes para no convertirse en el chivo expiatorio de un nuevo macartismo.