Descubrí “El último guardián de la isla de Ellis” de Gaëlle Josse poco después de volver de un viaje a Nueva York. Había visitado la isla y tenía curiosidad por conocer algo más de su historia. El libro comienza el 3 de noviembre de 1954. Pocos días después, el centro de inmigrantes de la isla de Ellis cerrará sus puertas para años después convertirse en el museo que yo visité. John Mitchell, su director, se ha quedado a solas y escribe un diario sobre los largos años que ha pasado recluido en la isla. Años de trabajo infatigable que quizá le sirvieron de penitencia por el sentimiento de culpabilidad que le ha acompañado durante décadas tras la pérdida de su esposa y la pasión descontrolada que sintió por Nella, una inmigrante de Cerdeña con un pasado misterioso. A través de sus memorias descubrimos que la isla era el lugar al que llegaban cientos de barcos cargados de sueños y esperanzas que, en ocasiones se tornaban lágrimas. Especialmente por las duras condiciones en las que viajaban los pasajeros de tercera clase que, tras un viaje de semanas en unas condiciones insalubres, debían soportar largas colas para recibir la carta de admisión a una nueva vida que sólo se concedía si se superaban los exámenes médicos. Una novela sobrecogedora que, aunque está vagamente inspirada en algunos personajes reales, condensa a la perfección todas y cada una de las historias que encierra la llamada “Puerta del paraíso”. Hoy sólo quedan fotografías y maletas vacías como testigos de los sueños, esperanzas y el dolor que impregnan sus muros.
hace 5 años