Empieza bien, pero a,medida que vas pasando las paginas va perdiendo interes y el final no hay por donde cogerlo
hace 4 añosA mi abuelo Graciano le llamaban ?El Moro?. Era de una fealdad inquietante. Su rostro de ojos rasgados ypómulos altos descendía hasta el rictus de unos labios apretados y húmedos de marcado perfil. Sería difícil precisar si aquellasfacciones mongoloides obedecían a un antepasado oriental o a una genética familiar marcada por la endogamia y sus peoresconsecuencias. En su corta pero prolífica vida, mi abuelo Graciano engendró nueve hijos, tres de ellos subnormales. Sinembargo, el equívoco apodo lo heredó de su padre, Cecilio Asparren, un auténtico arquetipo vasco de ojos claros, narizprominente y mandíbula rotunda a quien llamaron ?moro? a su regreso de Filipinas, donde emigró en busca de fortuna y soloencontró su desgracia en un burdel de las cloacas de Manila.
Empieza bien, pero a,medida que vas pasando las paginas va perdiendo interes y el final no hay por donde cogerlo
hace 4 años