Estos son los poemas de una mujer, Mariella Argüelles, pues nos confiesa que "He nacido para parir versos", acto definitorio de la condición femenina. La vida y su espejo, la muerte, tejen su danza en estos versos llenos de senderos en los paisajes de la existencia, con la belleza de la pampa patagónica.
Mujer que hace el amor
a deshora con la vida y la muerte
para parir versos de un mismo padre.
La autora nos lleva entonces a recorrer los simétricos senderos del amor y del desamor, otros nombres para la vida y la muerte, en una jornada llena de esperanzas, despedidas y añoranzas, todas dulces.
La vida es sólo la otra cara de la muerte,
la vida es un orgasmo
que a veces no llega a tiempo
es silencio en la garganta
y la angustia buscando el nido de tu cuello.
Con gran dominio de su arte, de las palabras, Mariella nos lleva a caminar acaso en el canto mismo de un par de pulidas monedas de plata, frágiles espejos de nuestra humanidad, precio ineludible del existir.
Tengo nostalgia
de rincones
y esquinas cotidianas.
Primero, una moneda de viajera, de provinciana avecindada en Santiago, más aún, patagónica que no acaba de llegar a la capital décadas después. Partidas, llegadas, viajes, esperas y despedidas pueblan los andenes la vida, llenos de los inmensos paisajes de esta América nuestra, "Dorada la tierra / ancha y sin límites", sólo comparados con los infinitos paisajes interiores de nuestras almas pobladas de barómetros, desvaríos, grietas, bicicletas, sueños y hojas en otoño.
Hoy adolezco
de parques y cementerios
de paseos y piernas
Segundo, está la otra moneda, canto al amor, el eterno descosido entre la vida y la muerte, por cuyas anchas caderas navegaremos de besos en caricias, de suspiros en versos, para terminar tras mucho andar en la ribera de estas palabras.
Y mis palabras están mojadas, húmedas, abiertas,
gritando que las tomes, que te metas dentro de ellas
que las saborees hasta el fondo.
Juan Carlos Barroux R.
Al Sur del Mundo, julio de 2015