Por ir directo al grano, mi recomendación acerca de este libro es que si no lo has leído, tienes que hacerlo, pues estamos hablando, al menos en mi opinión, de una obra maestra del ensayo. Al sumergirte en una lectura de este calibre se producen multitud de sentimientos simultáneos, todos ellos enriquecedores: sientes como a cada línea que lees tu conocimiento aumenta, sientes rabia al mismo tiempo por no ser capaz de retener en tu memoria todas y cada una de las pinceladas que en forma de gemas culturales nos ofrece la autora, sientes también una sana envidia por no tener tú ni de lejos tanta erudición como parece destilar en cada una de sus reflexiones Irene Vallejo. El ensayo versa sobre la historia de los libros, su evolución a lo largo del tiempo y los sucesos que los han rodeado desde el momento de su invención hasta nuestros días. Sin embargo lo realmente importante de esta obra se esconde, como suele suceder casi siempre, en los detalles, es decir, en las anécdotas que se van contando, en la remembranza de las citas de grandes pensadores que, escogidas con un magnífico acierto por la autora, acompañan al lector a lo largo del ensayo, página a página, haciéndole sentir en todo momento que está leyendo en ese preciso instante el fragmento que más le va a gustar de todo el libro. Es de esas lecturas que anima a ser compartida con otras personas a las que sabes que les encantaría leer esos mismos textos, que da la impresión de que si solo la lees tú y no participa nadie más de ella, se está desperdiciando. Respecto al estilo literario de Irene Vallejo, decir que usa principalmente la sentencia breve y directa, como todo buen ensayo merece, sin rodeos ni ambages, pero permitiéndose con bastante asiduidad un discreto uso del sarcasmo moderado y la fina ironía. Consigue así dar vida y personalidad a un texto que, como ensayo que es, pretende al menos en principio mostrarse como meramente objetivo. Por sacar a relucir alguna parte negativa de una lectura que en conjunto me ha encantado, diría que quizá podría ser más breve. Hay quien dice que una obra ya está lista cuando no se le puede quitar nada más, y en mi opinión este ensayo podría haber sido recortado en algunas partes, sobre todo de la segunda mitad del libro, pues llegan a repetirse algunas situaciones o comentarios de los que hace el narrador, con lo cual pierde ese efecto sorprendente que tanto agrada al lector. También en alguna parte de libro hace enumeraciones, que son en exceso extensas para mi gusto, tanto que da pereza leerlas completas, pues suponen párrafos largos enteros únicamente enumerando entre comas y punto y coma. Dicho esto, quiero acabar la reseña igual que la he empezado: si no has leído aún este ensayo, tienes que hacerlo.
hace 2 años