Una niña escapa de su definitiva muerte, antes de que le cierren los ojos, para vagar por una casa llena de gente. Una criada llegada de lejanas tierras, un abuelo lector que luchó en la guerra de África, un hombre escondido en la casetilla de la azotea, una monja que disfruta de una pequeña inmortalidad, una cantante de ópera enamorada de un gitano, una esclava negra con extraños conocimientos, músicos callejeros, mujeres a las que les falta una falange de un dedo, un laurel gigante, las tuberías como venas de la casa, perros, pájaros y el paisaje se convierten en personajes que ocupan un espacio encantado donde el tiempo se superponen y se mezclan los recuerdos con la vida cotidiana. La novela se construye como un homenaje a todos aquellos que nos contaron historias, que nos relataron como era la vida en aquellos años en los que las palabras se decían en voz baja y el miedo estaba presente como una losa en la vida de la gente. Para que sepan, donde quiera que estén. Galardonada con el XXVII Premio de novela corta Salvador García Aguilar de la ciudad de Rojales.