Entre los escombros que los ejércitos franceses e ingleses van dejando durante los años de las devastadoras invasiones extranjeras a principios del siglo XIX, en medio del odio y el miedo, un joven, «instalado en el gusto de la nada» y en la espiral de locura que degrada toda creencia y esperanza, se une a los lanceros que luchan por la independencia. Pero esta lucha es también contra el padre, un afrancesado que en vano intenta inculcarle sus conocimientos foráneos, y, sobre todo, contra su maldito e irrefrenable amor incestuoso por Manuela, esa hermana infiel y desleal que traiciona apasionadamente a todos entre los brazos del enemigo : «No tenía otra cosa que hacer (…) que seguir amando a Manuela en la distancia y hacerme matar en el anónimo decorado de una aventura sin gloria». Así, en esta doble lucha interior y colectiva, las dos por una independencia que en aquellos días turbulentos y confusos parece inalcanzable, intenta el joven sobrevivir a la desesperación «para que vivir no sea sólo odiar».