Todas las lenguas y todas las épocas deben aspirar a apropiarse de los clásicos y a naturalizarlos para su tiempo. Tal es el propósito de esta aproximación. Basado en un antecedente mexicano: el libro políglota que en 1891 publicó en Aguascalientes Francisco Díaz de León, José Emilio Pacheco utilizó todas las traducciones disponibles para hacer otro Cantar de los Cantares en el idioma poético de nuestros días. En vez de intentar el verso o el versículo, optó en aras de la mayor fluidez por un género del que no dispusieron sus antecesores ilustres: el poema en prosa. Así, un texto que tiene casi 3 000 años vuelve a ser nuevo y actual y suena como si hubiera sido escrito ahora mismo. La eternidad del Cantar de los Cantares es la eternidad del deseo.