En sus últimos años de actividad pictórica, Dalí –entre 1981 y 1983– produce algunos de sus cuadros más inquietantes y enigmáticos. Eran los tiempos en que la enfermedad hizo presa en el artista y se produjo la muerte de Gala. Ignacio Gómez de Liaño era, en esos años, desde 1978, una de las pocas personas que tenía abiertas las puertas de las sucesivas residencias de Dalí: Port Lligat, Púbol, Figueras. El camino de Dalí es la transcripción de los diarios donde el entonces joven filósofo da cuenta de sus encuentros con el ya anciano artista, transcribe las conversaciones que con él tuvo y toma nota de los cuadros que le vio pintar. A la relación de sus encuentros con Dalí el autor agrega la de las circunstancias en que se produjeron y las consecuencias que originaron. No se rehúyen las escenas en las que se sorprende el ambiente en que Ignacio Gómez de Liaño se movía y, todavía menos, el que rodeaba a Dalí, a Gala y, también, a Ana María, la hermana del artista.