La cultura neopositivista y la razón instrumental han penetrado en todos los ámbitos de nuestra existencia, aunque no tengamos conciencia de ello o lo neguemos. Ha penetrado en la ciencia, que sigue suponiendo que se maneja con hechos objetivos, a pesar de Popper et alia. Ha penetrado en la comunicación social, donde el deber del comunicador sería «informar de los hechos». Ha penetrado en la noción de verdad, que quiere descansar precisamente en esos «hechos». Ha penetrado en la distinción modernidad-posmodernidad, donde los posmodernos reducen la razón a razón instrumental. Ha penetrado en la educación, donde se supone que la función del profesor es dar información objetiva y la del alumno, recibirla, repetirla y obtener entonces el ansiado 10. Y ha penetrado en los que se supone reaccionan contra ello, afirmando la libertad de la mente creadora en las artes, en la filosofía, en las humanidades en general pero, eso sí, bajo «el coste» de que todo ello sea «subjetivo», «librado a la interpretación» y por ende sin razón ni verdad.Ha penetrado obviamente en la Economía como ciencia, donde racionalidad es igual a eficiencia, pero también en la Escuela Austriaca, cuando se siguen considerando como sinónimos «información» y «conocimiento». Esa sinonimia es la clave de que la Escuela Austriaca siga metodológicamente detenida. Sólo la toma de conciencia de una hermenéutica fenomenológica, no escéptica, basada en Husserl y en Santo Tomás, puede sacarla de ese nudo gordiano. Este libro es una nueva insistencia en dicha cuestión.