Agustín de Hipona, San Agustín, (ca. 354-430 d. C.) es una de las personalidades más fascinantes y complejas de la historia del cristianismo. Según cuenta el propio autor, su vida cambió con apenas 19 años cuando leyó en Cartago el Hortensio de Cicerón y decidió entregarse a la filosofía. Durante su juventud en el norte de África, perteneció a la secta maniquea, que aunaba cristianismo, gnosticismo e influencias persas, y desde allí inició un periplo vital e intelectual que le condujo a Italia, al escepticismo, al neoplatonismo hasta que en Mediolano (Milán) en el año 386, bajo el influjo de san Ambrosio, encontró la síntesis de neoplatonismo y cristianismo que le convertiría en el más influyente pensador cristiano hasta la Escolástica medieval. Se bautizó en el 387, en el 391 entró en un monasterio y se convirtió en obispo de Hipona en el año 396 hasta el fin de sus días. Conocemos mucho de su vida gracias a sus Confesiones, quizá la más célebre autobiografía de la historia occidental. En los años de la toma de Roma a manos de los visigodos, San Agustín redacta una de sus más importantes obras: La ciudad de Dios, en cuyos 22 libros se establece por vez primera la idea del paralelo entre el Estado divino y el Estado terrenal, de gran influencia histórica en la política y las leyes en la historia occidental.