Un rascacielos neoyorquino de 30 plantas alberga al hotel del mismo nombre y, alegóricamente, también a la sociedad americana de los años 20. La novela se prolonga a lo largo de un día; un día para husmear detrás de la pompa y el lujo del Grand Hotel, para vigilar con el portero de noche, para comer con los empleados negros en el recinto subterráneo que se les ha adjudicado, o para acompañar a la joven irlandesa Shirley mientras entrega en las habitaciones de los huéspedes las prendas lavadas y planchadas, recién salidas de la lavandería del hotel. Éste va a ser su último día de trabajo… No tiene la intención de pasarse el resto de su vida en aquella “pocilga”. La obra documenta la otra cara del american dream: los anhelos, desencantos y penurias.