En esta obra conoceremos muy de cerca el místico Japón del período de Edo, cuando la ciudad, lejos de empobrecerse por su aislamiento, fue el mejor caldo de cultivo para grandes artistas como Hiroshige, hasta que en 1853 Mathew Callbraith apareciese con el aviso de que rompieran su aislamiento.
El libro es un tratado sobre la obra de Hiroshige, centrándose más concretamente en las 119 ilustraciones que desarrolló sobre el Japón de la época y sus caminos. Gracias a ellas, iremos conociendo y entendiendo lo que supusieron estos caminos para la población y las más curiosas costumbres japonesas como, por ejemplo, la figura de "los portadores" que cargaban a los viajeros en balsas a sus hombros y se mojaban cruzando ríos y desniveles para que los clientes cruzasen secos. El establecimiento y mantenimiento de estas cinco rutas, que abarcaban cerca de mil quinientos kilómetros, de sus alojamientos almacenes, comercios y puestos de vigilancia no era sencillo y es que no todos podían usarlos.
Un libro sobre el arte pictórico japonés de la época pero también sobre la concepción del arte que tenía Hiroshige en su etapa más naturalista, así pues, podremos conocer con profundidad los colores del monte Fuji, el paso de las estaciones, los cerezos en flor...destacando a sus gentes más humildes; campesinos, labradores... Aquellos que, precisamente, encontraban más dificultades en usar los caminos que cruzaban sus tierras.
La edición es inmejorable ya que gracias a la tipología de papel que ha usado la editorial, las ilustraciones (que son el gran tesoro que guarda este libro) brillan con luz propia.
Un libro que hará las delicias de cualquier experto en el tema, pero que también resulta muy llamativo para los lectores interesados en el Japón de los siglos XVII-XIX, en su arte, sus normas sociales y sus tradiciones. (Gloria Mª Martínez Tarazona, 13 de marzo de 2023)