En la obra, Salem describe infinitas escenas desde su peculiar calidoscopio. Escenas que tras leídas por el humano común, hacen replantearse la huida al planeta del follamor o en su defecto correr urgentemente a la escuela más cercana para poder aprender a follamar en la tierra. Esa escuela podría ser un bar cualquiera, en un día cualquiera perdido en el calendario, ya que parece que cualquier momento es ideal, para convertir los pequeños gestos en grandes caricias, los suaves sonidos en grandes manifestaciones de amor y transformar cada gota de sudor en un universo lleno de sentimientos, siendo la materia el amor y su opuesto la materia oscura, lo soez y morboso, debatiéndose ambas en un sutil equilibrio.