El siglo XX ha tenido un efecto corrosivo. Del mismo modo que las monumentales estatuas de dictadores derrotados, que vemos derrumbarse en los noticiarios, los valores tradicionales se han venido abajo. Paradójicamente, este siglo de de construcciones ha creado una globalización liberal que exige la liquidación de los más sagrados ideales. ¿Debemos reconstruir nuestra sociedad? ¿Sobre qué valores? Luc Ferry afirma que la respuesta está en una esfera privada, ámbito que cada día gana mayor protagonismo. Pero esto no debe interpretarse como un «encierro individualista» o una «renuncia a los asuntos mundiales». Muy al contrario, representa un extraordinario potencial para la ampliación de horizontes. Supone un humanismo que ha alcanzado, al fin, la mayoría de edad, y no un giro hacia el egoísmo y la atomización social. Este vuelco sin precedentes toma directamente sus raíces en la historia, tan apasionante como desconocida, de la familia moderna y del matrimonio por amor. Debemos partir de ese fenómeno crucial para devolverle márgenes de maniobra y sentido a una política al fin auténticamente democrática.