Ende nos regala, una vez más, un libro por el que no pasan los años y de los que vuelves a leer cada poco tiempo para ver qué ha cambiado en ti. Al tratarse de relatos cortos su lectura es amena, favoreciendo que se le atribuyan tanto colores como historias lo componen. Plantea distintos escenarios, entre los cuales se puede encontrar a un bailarín al cual nunca descubren tras el telón (con todos los sentimientos y pensamientos desatados tras un acontecimiento así narrado por un autor tan especial), hasta una edificación habitada por un concepto en la mente de uno mismo, que devora las paredes mientras sueña con qué habrá al otro lado de los muros. Lejos de ser un libro para niños (por la fama, en general y erróneamente, que se le atribuye a Michel Ende), tenemos delante un libro que puede sacar mucho partido a lo que habita nuestra propia mente. Quizá, por qué no, ofrece una manera de medir nuestra evolución personal con cada relectura.
hace 8 meses