Las tres novelas cortas reunidas en el presente volumen bajo el título El Dios Escorpión revelan una técnica habitual en William Golding: la cuidadosa reconstrucción o la plausible conjetura del pasado se ven relativizados en ocasiones por la paradoja que esboza un anacronismo intencionado o un acontecimiento imposible, quizá para subrayar que el distanciamiento histórico no tiene otro propósito que facilitar el despliegue de las dimensiones simbólicas y morales de la fábula. En los dos primeros relatos ¬«El dios Escorpión» y «Clonc-clonc»¬, la abierta exposición del carácter convencional y perecedero de las normas morales tiene como contrapunto la implícita creencia de que los sentimientos son el núcleo identificador de una naturaleza humana a la vez inmodificable y ambigua. En el último «El enviado especial» es la valoración social de la innovación técnica la que queda sometida a la aniquiladora corrosión del paralelo histórico.