El verano del sesenta y siete se helaron las patatas en julio y la primavera se había retrasado tanto que la cebada no echó espiga hasta agosto y entonces ya estaba quemada por las heladas nocturnas. En septiembre matamos la oveja, entonces ya había nieve y en octubre el hielo del lago ya aguantaba a un hombre. Aquel invierno no habríamos sobrevivido sin tu gracia, Señor, y el crédito en la tienda de Karl Orsa, fue como si tú y Karl Orsa os hubieseis puesto de acuerdo para mantenernos con vida, él decía que venía por la música y bajo el abrigo de piel de perro traía patatas y trozos de carne de cerdo y harina y hasta algún pilón de azúcar, generalmente venía una vez por semana y él tenía mucho cuidado de que nadie viera lo que traía debajo del abrigo, y cada vez que venía teníamos que desaparecer un rato y madre pagaba las deudas. Así es que mientras todos los demás pasaban hambre por todas partes nosotros íbamos tirando, a veces yo cazaba alguna liebre y teníamos pescado seco y también teníamos leña así que no pasábamos frío. En todo el invierno madre tocó en tres lugares y fueron funerales, no querían violín sino sólo armonio, no creían que se pudiera tocar música fúnebre con violín, pero no le pagaron nada, uno no puede cobrar por la música en un entierro.