Celebrémoslo: ¡a las tres vuelven a ser las dos! Rodrigo Cortés regresa con una nueva selección de sus memorables breverías, agudas, mordaces, engañosamente ligeras, socarronas, divertidas y siempre inteligentes.
En la tradición del Ambrose Bierce más irónico y de las más afiladas antologías de Lichtenberg, Dormir es de patos destila un desencanto sordo ante la realidad que Rodrigo Cortés lleva con envidiable humor. Rebosa crítica («Muchos puestos de trabajo son prescindibles; por ejemplo: los de los demás», «¿Quién es la que está cayendo?»); llamadas de atención («¡Dadme autobombo!», «Es una lástima que no haya que pagar por opinar»); dardos envenenados («Una vez puse la radio en agosto, no me gusta hablar de ello», «Escucho emisoras de tendencias diferentes para fundar mejor mis prejuicios»); esclarecimientos («Sugerir es ordenar bajito», «La mente es un campo minado, y, si no, es un campo vacío»); guiños al cine («Hay películas que te ven a ti», «El hombre, como el cine, es asombro y espanto»), y mucha guasa («No es alcoholismo si no pagas tú», «Poco se reconoce la contribución de las misses a la paz mundial»). La lúcida mirada de Rodrigo Cortés, que comprime la verdad en píldoras llenas de brillantez para enfrentarnos a nuestros absurdos, corre suelta de página en página y hace explotar, a cada segundo, una de sus bombas de mano. ¿Es el delirio de Rodrigo Cortés cuadrado o, simplemente, redondo? ¡«Acomplejados vitamínicos» para todos!