Estos cuentos son invisibles porque invisible es el lenguaje de la literatura, que no se puede filmar. También porque tratan de viajes, y el viaje es lo que se encuentra detrás de los ojos, no delante, y --al igual que la literatura-- hace posible que de nuestra visión del mundo hagamos una creación. De una represa de aguas milenarias en la cima de los Andes a un motín de blancos en un río chino, de una persecución en Londres al renacimiento de un pobre tipo en Estambul, de una reunión de extravagantes en Helsinki a un Berlín improbable y sin embargo histórico, de un Madrid inédito a un Buenos Aires francés, los cuentos de Pedro Sorela ponen en evidencia el lado mentiroso de los pasaportes. Con humor y un idioma afilado, estos cuentos amplían el arco de una obra definida por la originalidad de la mirada y la sugerencia inherente a su doble condición de literatura y viaje.