La literatura evoluciona, al igual que lo hacemos las personas, y Laura Esquivel lo sabe.
Esta novela es uno de esos clásicos que se adaptan a los tiempos que cambian y a los procesos que las personas, como seres humanos, experimentamos.
En una sociedad dominada por la sexualidad y el erotismo explícito (50 sombras, como mejor ejemplo), releer un clásico de estas características se convierte en un verdadero momento íntimo. Hay una frase en el ámbito de la seducción que dice que "es mucho mejor insinuar que mostrar". Es decir, contar una historia y que sea el propio lector quien lea entre líneas, quien saque sus propias conclusiones y deducciones. De ahí el numeroso número de interpretaciones, cada cual más variopinta, de esta novela (por ejemplo, la historia lésbica que incluso se rumorea ha sido confirmada por la propia autora, entre la protagonista y una amiga íntima).
Unos personajes perfectamente caracterizados, desde sus inicios hasta su final, un tempo marcado, un lenguaje culinario exótico (al menos para los que no comemos frijoles a diario), y una historia que engancha de principio a fin, convierten a esta obra, en un Imprescindible dentro de las bibliotecas personales, un regalo óptimo.
Y es que, al finalizarla te queda un sabor dulce, un regusto muy similar al que produce un domingo un por la mañana, una taza caliente de agua y chocolate.
hace 10 años
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