A pesar de tratarse de una obra de teatro, hay momentos en su desarrollo más propios de una novela. Como siempre, destaca el lenguaje poderoso y sugerente de Valle-Inclán, el reflejo de una sociedad gallega en la que prima el feudalismo de los mayorazgos de los pazos, la presencia de lo sobrenatural y las pasiones primarias de los personajes. La obra tiene un final abierto, en el que las emociones van in crescendo, y recuerda al teatro griego en cuanto a su atmósfera opresiva y marcada por los presagios y la determinación de sus personajes protagonista, en los que desatca el fiero antagonismo entre Cara de Plata y su padre, don Juan Manuel Montenegro, señor fiero y lujurioso que permite que sus deseos hacia Sabelita, víctima inocente y desgraciada, le separen del único hijo por el que siente una auténtica afinidad y el único que podría perpetuar la nobleza de su linaje.
hace 13 años