Con estas memorias, el gran escritor John Updike, por lo general implacable observador del comportamiento humano, a la hora de examinarse a sí mismo, procura hacerlo con la misma rigurosa mirada introspectiva, con la misma escalofriante honestidad y la misma irónica sonrisa con las que lo hubiera hecho de tratarse de otro personaje, real o de ficción. De hecho, al leer qué piensa de su ciudad natal, de su psoriasis, de su tartamudeo, de su disconformidad con la guerra de Vietnam, de sus antepasados, de su formación religiosa y de su propio ser, el lector tiene la sensación de adentrarse en sí mismo y de recorrer a conciencia en la misma dirección la misma trayectoria, aunque el camino sea distinto. Como si de una novela fantástica se tratara, Updike nos conduce hacia el asombroso y prodigioso mundo más allá de nuestro propio ser único y el de sus orígenes.