El momento del derrumbe era súbito, la angustia que le seguía, el sonido de las alarmas y los peores presagios, muescas eternas en el alma. Y no es que yo sea minero, pero he crecido rodeado de ellos y he escuchado esas mismas sirenas y he pensado qué sería de mi padre y de mi hermano. De sus ojos y de los de otros familiares he visto brotar un negro augurio cuando los sonidos estridentes anunciaban que algo ocurría en los pozos, los talleres o la fábrica. Precisamente es de un derrumbe, de un desastre en una mina turolense de lo que trata este tebeo (eso de novela gráfica suena a impostura comercial), y es fácil identificarse con los personajes que quedan atrapados y con los familiares y compañeros que esperan fuera.