Nantucket, abril de 1845. Hannah Gardner Price, una joven veinteañera, observa todas las noches el cielo en busca de un cometa que le permita ganar el premio que otorga el rey de Dinamarca, algo que no ha logrado ninguna mujer.
Vive en un pueblecito de tradición ballenera en el seno de una familia cuáquera, una comunidad en la que priman la sencillez y la moderación, y en la que sólo se espera de la vida de una mujer que concluya en el matrimonio y la maternidad.
Hannah respeta sus estrictas reglas hasta que un día aparece Isaac Martin, un joven de color, procedente de las Azores, que ha llegado a Nantucket a bordo de un ballenero. La relación se irá haciendo cada vez más estrecha, lo que desatará todo tipo de rumores y críticas en una comunidad tan cerrada y tradicional como la de Nantucket.
Inspirada en la vida y obra de Maria Mitchell, la primera mujer astrónomo profesional de Estados Unidos, El movimiento de las estrellas es un retrato perfectamente trazado del deseo y la superación frente a la adversidad. Cada cierto tiempo un escritor escribe una novela sobre un personaje histórico no muy conocido al que es necesario rendir homenaje.
Una estrella de la narrativa relata la historia de la astrónoma de Nantucket.
Por primera vez en sus numerosas visitas a la casa donde nació Maria Mitchell, la escritora Amy Brill sube a la azotea y admira las vistas.
El 1 de octubre de 1847, Mitchell subió a otro puesto de observación parecido -en la cima del edificio del National Bank, en una calle cercana- y escrutó el cielo nocturno a través de un telescopio. Maria Mitchell, con 25 años, anhelaba hacerse un nombre como astrónoma, campo en el cual había sido instruida por su padre, un empleado de banca y un devoto astrónomo.
Para su propio asombro, descubrió aquella noche un cometa que ningún astrónomo, amateur o profesional, había visto nunca.
La hazaña de Mitchell le valió la fama internacional, y marcó el comienzo de una carrera larga y puntera como científica, educadora, y defensora de la igualdad de la mujer. Brill ha pasado casi dos décadas escribiendo y pensando sobre Mitchell. La protagonista de su primera novela, El movimiento de las estrellas, está inspirada en la famosa astrónoma del siglo XIX.
Observando las vistas de una tarde nublada de junio, Brill declaró que se sentía más cerca que nunca de la astrónoma, mientras atisbaba los tejados y calles de Nantucket, como hiciera Mitchell 160 años atrás.
“Siento un tremendo respeto por ella”, dice quedamente Brill, “un vínculo real por lo que le costó perseverar hasta que encontró lo que andaba buscando. Esto es algo que realmente no concebía cuando tenía 25 años.
No conseguía comprender qué tipo de mujer podría pasarse las noches en el tejado, esperando la llegada de algo que cambiase su vida”, reflexiona Brill, “algo que escapaba a su control. Supe que tenía que escribir sobre esa espera”.
Ambientada, sobre todo, en los años 1845-46, El movimiento de las estrellas pone en escena a una joven de veinticuatro años que escruta los cielos mientras pondera su lugar en el universo. Estudiosa de matemáticas, astronomía, y navegación astronómica, desea dotar de sentido o de trascendencia a su vida. Mientras tanto, lucha contra las convenciones y expectativas que limitan a las mujeres de su época, como la presión por encontrar un marido y formar una familia.
La vida de Hannah da un vuelco cuando accede a dar clases a un hombre de color llamado Isaac Martin. Su relación provoca el rechazo de la comunidad cuáquera, y Hannah sufrirá en su camino hacia la realización personal.
Los paralelismos entre Hannah y Maria saltan a la vista, pero también hay sutiles diferencias. Las dos fueron criadas en familias cuáqueras que favorecían la igualdad de oportunidades en la educación, y trabajaron como bibliotecarias y astrónomas. El rey de Dinamarca le dio a Mitchell una medalla de oro por su cometa, como a Hannah en el libro.
En la nota de la autora, Brill declara que Hannah y Mitchell comparten “aplicación y rigor intelectual, impaciencia con respecto a las limitaciones de la libertad y educación de las mujeres; un empleo en el Ateneo de Nantucket, y un padre y un maestro sin cuya guía no podrían haber progresado”.
Brill recuerda a sus lectores que, a pesar de estar basada en un personaje real, su relato es ficción, no Historia, y que no hubo un Isaac Martin, que se sepa, en la vida de Maria Mitchell. Nada en los diarios y cartas de Mitchell sugiere la existencia de una relación romántica.
Mitchell nunca se casó ni tuvo hijos. En 1846, quemó casi toda su correspondencia privada, aumentando así el misterio. Lo que ha perdurado tiene fecha de 1855, o posterior.
“Y me pregunté, ¿por qué quemaría esos diarios?”, recuerda Amy Brill, recorriendo de nuevo los pasos que la llevaron a escribir su novela. “¿Tal vez hubo alguna relación que quiso mantener en la sombra? Entonces nació Isaac.”
Brill estudió escritura creativa en la Universidad Estatal de Nueva York en Birmingham antes de dedicarse a la escritura como freelance y productora de televisión. Durante un trayecto en ferry, leyó un folleto turístico de la isla en el que se presentaba a Mitchell. “Ven a conocer a la famosa astrónoma que vivía en Nantucket”. Una breve visita a la casa donde vivió, que también contiene una biblioteca, un museo de ciencia natural, y un observatorio, convenció a la autora de la necesidad de escribir un libro sobre la astrónoma.
Entre los muchos logros de Maria Mitchell, fue cofundadora de la Asociación Americana para el Avance de las Mujeres, y la primera mujer que pasó a formar parte de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias. Un cráter de la luna lleva su nombre.
En la habitación del primer piso, Brill se acerca al telescopio Dolland en el que “el cometa de Maria Mitchell” fue avistado en 1847 por primera vez.
Mitchell rechazaba pensar que era en algún modo inferior a un hombre. Brill y su marido tienen dos hijas. Sin el legado de Maria Mitchell y de otras luchadoras, reflexiona la novelista, “la vida que lleva una mujer como yo sería inconcebible”.
Entrevista de Joseph P. Kahn para The Boston Globe (25 jun 2013).