En palabras de Patricia Coba Gutiérrez, experta en el atrayente mundo de la femme fatale en la literatura: “Los hombres débiles sentían fascinación por el canto de la sirena; sentían atracción por las mujeres de voluntad fuerte y espíritu independiente; mientras que los otros hombres preferían a la mujer dulce y sumisa, a la mujer femenina”.
Y es que cada femme fatale tiene detrás al hombre débil que la desea perdidamente y el cual, a causa de dicho enfermizo deseo, la caracteriza como tal. No es arriesgado pensar, por tanto, que la femme fatal haya existido desde siempre, pues desde siempre ha existido la mujer que (por un motivo u otro) ha traído a sus amantes a la desgracia. O incluso a la muerte.
ORIGEN
Sin embargo, el concepto de femme fatale en la literatura sí que tiene nacimiento constatado. Fue el escritor irlandés G. B. Shaw quien empezó a usar esta denominación francesa allá por las últimas décadas del siglo XIX, con lo que sabemos que los escritores europeos fueron los encargados de la profusión de la imagen de la mujer fatal; la mujer cargada de feminidad que se alimentaba vanidad y de hombres. Pero, ¿qué motivos alegaban los hombres para realizar tal idealización de la mujer?
En la época de Shaw, la Revolución Industrial estaba en su apogeo y, en especial Inglaterra, Holanda y Bélgica, veían raudamente crecer sus áreas metropolitanas con insaciable marcha. Tan focalizados estaban estos países en amamantar a sus urbes de industria que no cayeron en la bomba de relojería que iban a ser los problemas sociales consecuentes de tamaño cambio. De esta manera, la revolución industrial dio el testigo a una revolución social en los lugares donde Shaw y los suyos daban vida a sus personajes.
El problema social principal surgente fue el rápido desarrollo de la prostitución femenina, que dio lugar a la propagación de enfermedades venéreas. Del contagio de éstas se culpaba en exclusiva a la mujer, que fue injusta y permanentemente clasificada como “portadora del mal”, creciendo así un infundado miedo hacia ella. Otros factores de la época como el crecimiento de los movimientos feministas (que dieron pie al incremento de teorías misóginas) o como la fotografía literaria que se tenía del hombre en la época (ingenuo e inexperto) y de la mujer (o buena o malvada; sin intermedios) allanaron más aún el camino hacia el mito. El mito de la femme-fatale.
CARÁCTER Y FÍSICO
Todos hemos conocido a alguna femme fatale, aunque haya sido de forma efímera; a aquella mujer que “ves una vez y se recuerda siempre” como bien entendió el autor R. del Valle.
Yo conocí a una, un aciago día en un autobús. Apareció en mi camino, con paso nada vacilante, destacando obstinadamente entre las demás. Decidió permanecer de pie, pese a que tenía asientos para elegir. A cada giro de cuello, su salvaje cabellera se movía bajo su fiel dominio. Con aquella se protegía la expresión con una eficiencia precisa, estricta; hasta tal punto que lo máximo que llegué a ver fueron sus párpados, sugerentes y oscuros, como su pelo. Al final se apeó con media sonrisa trazada en sus carnosos labios y me quedé prendado de ella, aunque no la hablé. Ni tan siquiera vi sus ojos.
La cabellera de la femme fatale es su principal arma de seducción, incluso por encima de sus ojos. “Mi femme fatale” era de pelo negro y suelto. Este color recurre a la naturalidad, a la terreanabilidad de la mujer fatal, en el objetivo de hacer ver al amante un camino fácil al acercamiento. El pelo rubio cumple con el ideal de belleza divina y es una fuente de atracción obsesiva, mientras que el pelo rojo se suele relacionar con la belleza demoníaca y peligrosa de la mujer, en especial cuando está ondulado y colgante.
Destaca por su pálida piel en tronco y rostro, lo cual hace destacar sus labios y sus ojos. Miradas insinuantes, con desdén, la caracterizan en su relación con el hombre débil, que cae ante tales trampas. Realiza movimientos seguros y deposita en el movimiento de caderas y cuello su principal arma, cual serpiente antes de capturar a su presa. Atrae a su víctima mediante inalterable hilo de voz, grave o suave, con el que embauca al no precavido, con el trasfondo de escenarios suntuosos y decadentes donde se mueve con la facilidad de un águila al acecho.
Irresistible, astuta, dominante; la femme fatale conduce a los hombres débiles al desastre. Chantajista, inteligente, bipolar; incuba una inquebrantable sensación de invencibilidad y poder sobre todo. Exótica, sádica; posee una belleza admirable pero turbia y venenosa. Pero sobretodo, ella es cruel, fría y ambiciosa; hunde el ánimo de su amante hasta que su satisfacción queda satisfecha. Si lo consigue…
14 de abril, Pau García González (Quelibroleo)
Interesante lo leído de la Femme fatal en laliteratura
El dato de el origen de la Femme… ,es novedad para mí.