Hablamos con Jorge Bolaños, doctor en Matemáticas, profesor titular de Estadística y miembro del Instituto Universitario de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada (España); investiga la aplicación de modelos matemáticos al análisis y gestión de conflictos. Quién nos podrá aclarar mejor las teorías científicas que aparecen en el libro 22/11/63 de Stephen King y cuya lectura podéis seguir en nuestro Club de Lectura. La entrevista completa a partir del salto.
P.- Jorge, ¿eres habitual lector de novelas de Stephen King?
R.- No, no soy lector frecuente de novelas, prefiero los libros de ensayo y de ciencia ficción. Sin embargo, me parece muy interesante por varios motivos “22/11/63”. Por una parte, la idea de los viajes o saltos en el tiempo y, por otra, el tan especial momento histórico del asesinato de Kennedy, que es el objeto fundamental del relato.
P.- El viaje en el tiempo, ¿tiene alguna base científica?
R.- Realizar en la práctica un viaje en el tiempo es científicamente imposible, aunque sea un estimulante elemento literario; para “viajar en el tiempo”, hacían adelante o hacia atrás, harían falta condiciones de velocidad o gravedad extremas o disponer de un tiempo muy superior a la vida humana. Sin embargo, hay alguna base en serios modelos físico-matemáticos que permite especular con “saltos” en el tiempo, no desde luego como factibles pero sí como imaginables.
P.- ¿Como son esos modelos?, ¿se relacionan con los pasos que hacen los protagonistas de la novela de nuestro siglo al anterior?
R.- Se podría resumir diciendo que la realidad en la que vivimos tiene tres dimensiones de espacio (arriba-abajo, adelante-atrás, derecha-izquierda y una dimensión de tiempo que va siempre hacia adelante); si existieran una cuarta dimensión del espacio o una segunda dimensión del tiempo nosotros no las percibiríamos, pero quien “viviera” en ellas podría permitirse pasar de un lugar a otro instantáneamente o pasar de un tiempo a otro en el mismo lugar o incluso ambas cosas (saltar a otro tiempo en otro lugar). La clave está en las dimensiones. La Teoría del Caos permite considerar matemáticamente algo así como dimensiones intermedias o fractales (¿hay dos dimensiones y media?) y eso contribuye a enriquecer nuestra visión del universo y a estimular nuestra imaginación. De todos modos hay que tener cuidado: con más dimensiones, un “agujero del tiempo” nos conduciría muy probablemente a “otro universo”, no al nuestro. Fíjate en que en la novela, los mundos a los que “saltan” los protagonistas en 1958 no son siempre exactamente iguales.
P.- La Teoría del Caos se hizo famosa por el “efecto mariposa”. ¿En qué consiste y cómo se relaciona con los saltos en el tiempo?
R.- El efecto mariposa se suele expresar diciendo que el aleteo de una mariposa en África podría provocar un huracán en China, por ejemplo. Para entenderlo hay que considerar el mundo en que vivimos como un sistema muy complicado y con muchas cosas que se influyen, lo que podría hacer inestable al sistema: entonces un pequeño cambio podría producir grandes consecuencias, aunque esto, claro, no ocurre a menudo, porque la mayor parte de nuestro mundo físico, ecológico, social, económico, etc. es bastante estable. Stephen King hace pensar al protagonista de “22/11/63” en el efecto mariposa, para que dude si un pequeño cambio hace cincuenta años podría cambiar mucho nuestro mundo de ahora. Si saltamos hacia atrás en el tiempo estamos “tocando” el mundo, y eso puede ser incontrolable: ¿que cambia y qué no cambia de un mundo posible a otro?; esta idea está presente en toda la novela, que además nos acerca una época crucial, el mandato de Kennedy.
P.- ¿Por qué es tan importante ese periodo?
R.- Porque esos tres años, del 61 al 63, coincidieron con el momento más tenso de la Guerra Fría y porque Kennedy significaba (y mucho más si hubiera completado el doble mandato de ocho años) un serio cambio en la política de EEUU; el propio Stephen King, por boca de Al, reflexiona sobre el tema al comienzo de la novela. Fidel Castro se “volcó” hacia el comunismo entre el año 59 y el 60, y la crisis de los misiles de Cuba, en octubre del 62, fue el momento más peligroso para una desastrosa guerra nuclear; Kennedy lo gestionó muy bien, incluso enfrentándose a la cúpula militar del Pentágono, que estaba “quemada” por el fracaso del intento de invasión “civil” de Cuba del 61 en la Bahía de Cochinos. John Kennedy aprendió la lección, y retrasó en lo posible la tensión del 62, que de haber desembocado en el terrible Dilema del Gallina entre la OTAN y el Pacto de Varsovia (lo que en Teoría de Conflictos significa “gana el más temerario, no hay pacto”) habría provocado una terrible guerra atómica, de la que se estuvo cerca. El presidente (y afortunadamente también Nikita Krushev) consiguió crear una situación de Dilema del Preso, en la que a ambas partes les conviene una negociación.
No es fácil encontrar un personaje cuya muerte en un momento histórico tenga gran trascendencia, porque un líder podría ser sustituido por otro en un cierto movimiento político o social, pero en mi opinión, si pensamos en la paz mundial y en lo que ocurrió después, como la guerra de Vietnam o los golpes de estado antidemocráticos en Latinoamérica, el 22 de noviembre del 63 en Dallas es una de esos momentos.
P.- Gracias por concedernos esta entrevista, que resultará interesante para la lectura conjunta de este mes del Club de Lectura Quelibroleo.com
R.- Gracias al Club por acercarme a una lectura tan interesante.
20 junio (AFG / Quelibroleo)