La flor del rododendro para la defensa, la rosa blanca para compartir la soledad o el crisantemo como símbolo de la verdad. Este es el lenguaje de las flores que la sociedad victoriana inventó en el XVIII para comunicarse y que la escritora Vanessa Diffenbaugh retoma ahora en su primera y aclamada novela.
Y es que Vanessa Diffenbaugh (San Francisco, 1978) ha conseguido en «El lenguaje de las flores«, editado en España y América por Salamandra, y en catalán por Ediciones 62, mezclar una historia tremendamente dura, el tema de las adopciones y las casas de acogida, con las flores, a través de la protagonista, una joven cuyos bloqueos emocionales encuentran oxigeno a través del lenguaje de las flores con el que aprende amar.
Elegida como mejor novela del año por la revista «ELLE», «El lenguaje de las flores», publicado en 36 idiomas y que va a ser llevada al cine, narra la historia de Victoria Jones, una joven de 18 años que tras entrar y salir en numerosos lugares de acogida y pisos tutelados tiene que emanciparse por Ley.
Momento duro para esta joven, arisca y desconfiada, que ve la luz finalmente en una floristería, donde empieza a trabajar y donde pone en marcha este lenguaje que le enseñó una madre de acogida.
Una narración que está cosechando mucho éxito, el ultimo ha sido en Italia, y que la autora lo valora a Efe así: «El éxito del libro ha sido inesperado para mí, pero creo que las flores fascinan a la gente y eso mezclado con el lenguaje secreto es muy atractivo. Además, la historia de la protagonista es universal: el trauma y el dolor de alguien que aprende a curar sus heridas».
Vanessa Diffenbaugh, pedagoga y escritora, sabe de lo que habla porque ella misma es madre de acogida, y ve con actitud crítica el sistema de acogida en Estados Unidos, un tema que también es noticia últimamente en España, y que pone de relieve que hay padres que devuelven a los niños cuando éstos empiezan a dar problemas.
«Ser padre o madre no es fácil y eso lo sabe quien lo ha sido, tanto biológicamente como de adopción. Yo tengo las dos experiencias, y sobre los niños recién nacidos en Estados Unidos hay mucha conciencia, todo es maravilloso, se vuelca todo el mundo, tienen muchos regalos, pero cuando el niño es adoptado no existe la misma cultura», añade Diffenbaugh.
Explica también que, a los 18 años, estos niños que han ido de casa en casa están obligados a emanciparse, y reclama más asistencia y apoyo para cuando surgen los desafíos y problemas con estos jóvenes.
La autora, que dice que aprendió el lenguaje de las flores desde que lo descubrió en un diccionario que se compró a los 16 años, reconoce que al principio no tenía la idea de combinar niños de acogida con el lenguaje de las flores y que solo tenía en la mente a un personaje sin ninguna capacidad de comunicarse.
«La primera escena que se me ocurrió -prosigue- y que escribí fue en la que la protagonista se comunica con un chico gracias a la flor del rododendro, pero tras muchas investigaciones me di cuenta de que este lenguaje es una manera de comunicarse, pero con muchos matices personales, y de ahí que la protagonista confecciona su propio diccionario de flores».
Y Siffenbaugh concluye: las camelias significan que el destino está en tus manos y los pensamientos evocan un acuérdate de mí. Toda una declaración de intenciones.
Madrid, 13 mar (Carmen Sigüenza / EFE)