Serafín Quero ofrece una radiografía de Alemania tras 20 años en la Universidad de Dresde

No es el resultado de una investigación sociológica, sino el fruto de la observación directa de los alemanes en su vida diaria a lo largo de casi 20 años. ‘Alemania. 70 estampas’ es un libro escrito por Serafín Quero Toribio, malagueño de adopción y profesor de Lengua Española en la Universidad de la ciudad germana de Dresde.

Aunque nacido en Porcuna (Jaén), se considera malagueño y, de hecho, tiene casa en Benalmádena (Málaga), que compagina con la de Dresde. Con esa gracia andaluza, ha querido hacer un «homenaje» a Alemania y comenta con cierto humor, aunque siempre con respeto y cariño, los rasgos que definen el espíritu alemán. «Mi visión en general es muy positiva», ha asegurado a Europa Press, aunque, eso sí, ha reconocido que «el problema de los alemanes es que son demasiado alemanes».

Quero ha expuesto, «desde una perspectiva española y personal», una visión de los alemanes, para lo que ha utilizado la observación directa en el tranvía, en clase, en las calles, en bares, en restaurantes, en su cocina, en su vino, en su paisaje, en sus fiestas, en su literatura o en su música; en definitiva, en situaciones cotidianas, que recoge en este libro, que será presentado este jueves en Marbella (Málaga) y, posteriormente, en la capital malagueña y en Madrid.

Cuenta que cuando llegó a la Universidad de Dresde, en octubre de 1993, preguntó qué sabían de España al pequeño grupo de siete alumnas que tenía, esperando que le respondieran con algún tópico cultural o literario, tal como Don Quijote, los toros, la paella, el flamenco o la playa, pero no, la contestación fue «Curro Jiménez». Hoy en día sigue cuestionando a sus estudiantes por España y por la provincia malagueña y, aunque todos conocen al universal pintor Pablo Ruiz Picasso o al actor Antonio Banderas, «normalmente no saben que son de Málaga».

Este libro, maquetado por Antonio Roldán-Ponce, ofrece un total de 70 estampas con una visión de cómo son los alemanes, incidiendo en aspectos que les caracterizan como la disciplina o el orden, ya que todo está programado, «hasta cuándo hay que tirar la basura»; de hecho, «la improvisación les puede descolocar». También es llamativo, a su juicio, «el prestigio del estrés» y es que «si tienes tiempo, estás mal visto, hay que estar estresado para ser importante».

Para Quero, «Alemania es un semáforo en rojo donde la gente espera a que se ponga verde; es un coche limpio y sin abolladuras; una esquina humeante con salchichas; una conversación que nadie interrumpe; un cielo gris y aburrido; el razonamiento puro y crítico; un escalope descomunal; una copa que se apura hasta la última gota; un tranvía más puntual que los viajeros; un niño que te saluda dándote la mano; una cabeza enmarcada en un cuadrilátero; el taco escatológico frente al coño español, o el señor camarero y no sólo camarero».

En este singular libro, este profesor de la Universidad de Dresde insiste en que en Alemania los coches son «el símbolo de la persona», son una «obsesión». Además, frente a esa actitud cuadriculada y esa falta de improvisación de los germanos, llama la atención el comportamiento «zafio» que muestran muchos de ellos cuando viajan a sitios como Mallorca.

También hace hincapié en que, a diferencia de los españoles, «comen cuando tienen hambre porque es un trámite y lo hacen en público, en la calle, de pie»; de hecho, en estas páginas asegura que sus clases en la Universidad parecen a veces un «bufé» y cuenta también la anécdota del alto ejecutivo en el aeropuerto que abre el maletín y, «cuando crees que va a sacar un documento, lo que saca es una zanahoria o un plátano».

COMIDAS, GUARDAPOLVO Y VILLANCICOS

Relata, al respecto, que uno de sus estudiantes alemanes, estando de Erasmus en Málaga, no llevaba bien lo de los horarios españoles para comer y, de hecho, concluyó que «los alemanes podían ser cabezas cuadradas, pero, en cuestión de comida, los españoles lo eran más», y es que «no entendía por qué tenía que esperar hasta las dos de la tarde para almorzar si tenía hambre antes».

Sin duda, las estancias en España de los Erasmus es fuente de numerosas anécdotas, como la de aquella estudiante que volvió a la Universidad de Dresde diciendo ‘¡pisha!’ o ‘¡chochi!’ después de haber estado en Cádiz, o aquel momento en clase, con alumnas que habían estado un año con esta beca y tenían ya un conocimiento alto de español, en el que salió en un texto la palabra ‘guardapolvo’ y, ante la risa de las jóvenes, Quero les preguntó si sabían qué significaba y contestaron al unísono que «un condón».

La preferencia de las alemanas por el olor corporal del hombre, según un estudio realizado por el hospital Charité de Berlín, el mayor centro médico universitario de Europa; la sauna, a la que mujeres y hombres van desnudos juntos; la sexualidad; qué comen; su vino, o la Navidad, son otros de los aspectos destacados en ‘Alemania. 70 estampas’.

Precisamente, en este punto ha hecho hincapié en el gusto que tienen los alemanes por la época navideña y especialmente por los villancicos. De hecho, sus alumnos de español querían aprender alguno y les enseñó ‘Los peces en el río’, ante lo que mostraron sus dudas acerca de «por qué beben tanto los peces», algo en lo que, como el propio Quero reconoce, nunca había caído.

PREJUICIOS MUTUOS

Un capítulo aparte merecen los prejuicios mutuos. Y es que, como ha explicado este profesor, la imagen que aún perdura en Alemania es la que dejaron los viajeros románticos que llegaron a España a comienzos del siglo XIX, que vieron aquí «el contrapunto alegre al tedio y aburrimiento de la Europa decimonónica».

Aunque admiran el enorme patrimonio español cultural, artístico y literario, estando, incluso, «fascinados» por España, especialmente por el sur, todavía piensan que el español es «indolente, informal e impuntual, de mucho temperamento», aunque «simpático por naturaleza», que «come paella a diario, va a los toros, baila mucho, se acuesta tarde y se duerme al son de una guitarra» y todo «bajo un sol resplandeciente». Como ha apuntado, recientemente la revista alemana ‘Der Spiegel online’ llegó a recomendar a los españoles prescindir de la siesta para salir de la crisis.

En el caso contrario, desde su experiencia en la Universidad de Dresde reconoce que «no todos los profesores hacen gala de la manida puntualidad germánica», y es que en una ocasión quedó con un docente que se presentó media hora más tarde y, ante sus protestas, éste alegó que «como yo era español, llegaríamos los dos más o menos a la misma hora».

En general, los estereotipos que en España se tiene de los alemanes «se acercan más a la realidad que los suyos sobre nosotros: son unos cabezas cuadradas, que sólo comen salchichas, siempre beben cerveza y llevan sandalias con calcetines blancos».

En algunas de las páginas de este libro aparecen andaluces vinculados a Alemania de una u otra forma. Así, Quero dedica un capítulo al pintor malagueño Jorge Rando; a Manuel Molina, responsable de uno de los touroperadores alemanes más importantes, Touristik Service System (TSS), que, pese a la distancia sigue muy unido a Málaga, ciudad que le vio nacer, o a Juan Amador, hijo de emigrantes granadinos, alemán de cabeza y español de corazón y considerado el cocinero más vanguardista del país germano.

Quero es vicepresidente de la Academia Gastronómica de Marbella y socio fundador de la del Vino también en el municipio marbellí. Colaborador de la revista ‘Club de gourmets’, la Academia Gastronómica de Málaga le concedió el premio ‘Sebastián Souviron’ por la difusión internacional de la gastronomía malagueña. Además, es autor de los libros ‘El vino. 120 preguntas’, ‘La mesa y su leyenda’, ‘Diccionario cultural del vino’, ‘El test del vino’, ‘Poesía a la carta. La gastronomía en el arte y la literatura’ o ‘El vino, historia, arte, literatura’.

MÁLAGA, 18 (EUROPA PRESS)

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