«Los años lentos», el Aramburu más autobiográfico en el País Vasco de los 60

Desde hace tiempo, el escritor vasco Fernando Aramburu se propuso escribir sobre su tierra natal, y su última novela «Años lentos«, con la que ganó el Premio Tusquets, espieza clave. En ella, el autor habla de una familia humilde en de las afueras de San Sebastián, por donde asoma el nacimiento de ETA.

«Años Lentos», publicada por Tusquest, ya está en la calle y Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ha dejado por unos días la ciudad de Hannover, en Alemania, donde vive desde 1984 para hablar de esta novela que encandiló, «por unanimidad», al jurado de la VII edición del Premio Tusquest, el pasado mes de noviembre en la feria del Libro de Guadalajara, en México, por su «narración dickensiana».

«Es mi novela más autobiográfica, pero no es mi vida, para escribirla tiro de la memoria personal, si; pero es una ficción y es una novela de lo que yo he vivido y he experimentado», explica a Efe este escritor, que asegura que «queda mucho por contar, muchas novelas por escribir del País Vasco y sobre el dolor causado por la violencia».

«Esta es mi opinión -dice-, que queda mucho por contar con libertad y humanismo», precisa Aramburu que ha trazado una novela con una estructura narrativa en la que alterna dos discursos narrativos diferentes.

Dos personajes que tienen por objetivo escribir una novela. El informante, la voz del narrador, y el otro, al que se lo cuenta, al propio Fernando Aramburu, que escribe sobre el proyecto de escribir una novela con todo ese material.

Así, «Años lentos», cuyo título obedece a lo lento que pasaban ese tiempo entre 1968 y 1971 para el autor, narra la historia del protagonista, un niño de ocho años que se va a vivir a San Sebastián con sus tíos por la extrema pobreza de su familia (su madre tiene que repartir a los otros dos por los auspicios).

Una familia que vive en un barrio pobre y que va a tener cómo testigo a este jovencito que ve cómo transcurren los días en la familia, con un padre que trabaja horas y horas en una fábrica, pero que cuando llega a casa es un ser débil y pusilánime.

Además de un primo, Julen, con escasa formación que adoctrinado por el cura del barrio acaba enrolándose en la incipiente ETA y una prima, Mari Nieves, una chica muy fácil, obsesionada con los chicos, y la madre, Maripuy, la matriarca que tiene que bregar con todos los problemas.

«Este es un reflejo de la sociedad en un barrio de las afueras de San Sebastián -argumenta-, donde predominaba el patriarcado. Y eso es lo que yo he visto y vivido: hombres que trabajaban hasta 14 horas y que eran fuertes y que cuando llegaban a casa no sabían hacer nada, ni siquiera vestirse y lo hacían las mujeres.

«Trabajaban, iban al bar -prosigue-, se echaban la siesta y luego a la sociedad, en la que no podían entrar mujeres, pero es que yo creo que se escondían de ellas».

La creación de los personajes es una de las grandes bazas de esta novela que es un friso, un ‘cuéntame cómo pasó’, en la que tiene también gran protagonismo, el cura del barrio.

«Los jóvenes solían tener un nivel cultural muy bajo, como todos, y el cura ocupaba un papel esencial por su gran poder. Se sabía todo de todos, era el dueño de las almas, y algunos, no todos, confundían el sermón de Dios con el de Sabino Arana, y ahí empezó todo, con unos giros que luego se convirtieron en el torbellino terrorista que ya sabemos todos», subraya el autor de «Los peces de la amargura».

Fernando Aramburu asegura que esta novela está cerrada pero que le queda mucho por escribir de su tierra, que ha pegado un gran salto, en su opinión, pero en la que dice que «el tema del perdón es fundamental».

«Se tiene que pedir perdón a las víctimas, es fundamental para que la sociedad viva en paz en el futuro, y se debe pedir con humildad y humanidad, que sería un buen ejemplo para los jóvenes».

Madrid, 13 feb (Carmen Sigüenza / EFE)

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